martes, 17 de noviembre de 2009
La Anti-archicofradía literaria
Archicofradía literaria
Con un amigo, casi hermano, hemos cultivado parsimoniosamente, en el transcurso del último par de años la agradable tarea de participar de un Encuentro Literario. A esta liturgia casi mística solo participan un manojo de entendidos en letras y buenas costumbres en un pueblo donde las primeras escasean y las segundas raras veces son sacadas a relucir.
Los jueves por la noche, se junta el elitista grupo del que les hablo e intercambia recomendaciones de lectura, poemas indescifrables y textos inentendibles, abrumados de extravagancia. Allí, a ese lugar de buenas expresiones y malos pensamientos habituamos concurrir con mi compadre. Concurrimos a ese lugar a florearnos con historias inverosímiles de nuestra tierra lejana, manifestando a todos los vientos que no se trata de otra cosa mas que de literatura contada, de un poco de claridad en el oscuro atardecer de la retórica. Concurrimos con la excusa de la buena lectura, con el plumaje abierto en defensa del arte, con la brocha gorda al amparo del buen gusto. Y ahí vamos noche tras noche, sin su conocimiento ni consentimiento, con fines definitivamente mas moderados que el del resto de las luciérnagas, fines que no superan, en el mejor de los casos, la expectativa de conocer una hermosa dama, beber gratis algún brebaje importado de alguna provincia vecina o simplemente apoderarnos de unos minutos de sabiduría del grupo de leguleyos de la prosa y el encaje literario.
Ha sido en las últimas veladas, sin embargo, que se ha detectado o al menos se ha percibido la verdadera intención de nuestra participación tan terrenal. Difícilmente podamos, mi cumpa y yo, disimular nuestra atracción por la literatura cuando entre los concurrentes a dichos encuentros se halla uno con semejantes baluartes de la lectura. Por otro lado poco o nada hemos aportado, y todo esto lo digo desde la distancia y haciendo un significativo ejercicio de autocrítica, para tornar creíbles nuestros comportamientos, cuando con la boca llena de maní hacemos referencia al Péndulo de Fucolt con un chizito prendido en un escarba dientes, meciéndolo entre la concurrencia, o criticamos concienzudamente que Ensayo para la ceguera no fue precisamente el mejor disco de los Twist.
Ha sido en las últimas veladas, también, en que la predisposición del grupo se ha visto menguada y es poco probable que podamos mantener este ropaje de intelectualoides por mucho tiempo mas; ya el grupo, ya la elite de que les hablo aclama por un minuto de sabia lectura de nuestra parte, por un momento de ilustrado comportamiento, por un cacho de cultura por parte de quien escribe y su estimado compañero, pero el lúgubre proceder poco ha hecho para argumentar nuestra dedicación.
No obstante hemos cosechado, en el trancurso del último año y casi como por fenómeno de decantación, con este gran amigo y coterráneo una saludable costumbre que obliga de tanto en tanto pedir el pase a cuarto intermedio de los periódicos encuentros. Cuarto intermedio en el que gustosamente nos reunimos con este paisano, a disfrutar de un plato de sopa caliente, una conversación de mujeres y deleitarse en paz, ahora si de una buena lectura.
viernes, 4 de septiembre de 2009
Lecturas del miércoles 02/09/09
- Cuentos amorosos chinos - traído por Eliseo (no encontré el texto en internet, pero podemos ver de conseguirlo).
- Rebelión en la granja, de Orwell, lo que leímos fue el discurso que Mayor, el cerdo que soñó un mundo mejor les dice a sus compañeros animales:
Cuando Mayor vio que estaban todos acomodados y esperaban con atención, aclaró su voz y comenzó:
—Camaradas: os habéis enterado ya del extraño sueño que tuve anoche. Pero de eso hablaré luego. Primero tengo que decir otra cosa. Yo no creo, camaradas, que esté muchos meses más con vosotros y antes de morir estimo mi deber transmitiros la sabiduría que he adquirido. He vivido muchos años, dispuse de bastante tiempo para meditar mientras he estado a solas en mi pocilga y creo poder afirmar que entiendo el sentido de la vida en este mundo, tan bien como cualquier otro animal viviente. Es respecto a esto de lo que deseo hablaros.
»Veamos, camaradas: ¿Cuál es la realidad de esta vida nuestra? Encarémonos con ella: nuestras vidas son miserables, laboriosas y cortas. Nacemos, nos suministran la comida necesaria para mantenernos y a aquellos de nosotros capaces de trabajar nos obligan a hacerlo hasta el último átomo de nuestras fuerzas; y en el preciso instante en que ya no servimos, nos matan con una crueldad espantosa. Ningún animal en Inglaterra conoce el significado de la felicidad o la holganza después de haber cumplido un año de edad. No hay animal libre en Inglaterra. La vida de un animal es sólo miseria y esclavitud; ésta es la pura verdad.
»Pero, ¿forma esto parte, realmente, del orden de la naturaleza? ¿Es acaso porque esta tierra nuestra es tan pobre que no puede proporcionar una vida decorosa a todos sus habitantes? No, camaradas; mil veces no. El suelo de Inglaterra es fértil, su clima es bueno, es capaz de dar comida en abundancia a una cantidad mucho mayor de animales que la que actualmente lo habita. Solamente nuestra granja puede mantener una docena de caballos, veinte vacas, centenares de ovejas; y todos ellos viviendo con una comodidad y una dignidad que en estos momentos está casi fuera del alcance de nuestra imaginación. ¿Por qué, entonces, continuamos en esta mísera condición? Porque los seres humanos nos arrebatan casi todo el fruto de nuestro trabajo. Ahí está, camaradas, la respuesta a todos nuestros problemas. Todo está explicado en una sola palabra: el Hombre. El hombre es el único enemigo real que tenemos. Haced desaparecer al hombre de la escena y la causa motivadora de nuestra hambre y exceso de trabajo será abolida para siempre.
»El hombre es el único ser que consume sin producir. No da leche, no pone huevos, es demasiado débil para tirar del arado y su velocidad ni siquiera le permite atrapar conejos. Sin embargo, es dueño y señor de todos los animales. Los hace trabajar, les da el mínimo necesario para mantenerlos y lo demás se lo guarda para él. Nuestro trabajo labora la tierra, nuestro estiércol la abona y, sin embargo, no existe uno de nosotros que posea algo más que su pellejo. Vosotras, vacas, que estáis aquí, ¿cuántos miles de litros de leche habéis dado este último año? ¿Y qué se ha hecho con esa leche que debía servir para criar terneros robustos? Hasta la última gota ha ido a parar al paladar de nuestros enemigos. Y vosotras, gallinas, ¿cuántos huevos habéis puesto este año y cuántos pollitos han salido de esos huevos? Todo lo demás ha ido a parar al mercado para producir dinero para Jones y su gente. Y tú, Clover, ¿dónde están estos cuatro potrillos que has tenido, que debían ser sostén y alegría de tu vejez? Todos fueron vendidos al año; no los volverás a ver jamás. Como recompensa por tus cuatro criaturas y todo tu trabajo en el campo, ¿qué has tenido, exceptuando tus escuálidas raciones y un pesebre?
»Ni siquiera nos permiten alcanzar el término natural de nuestras míseras vidas. Por mí no me quejo, porque he sido uno de los afortunados. Tengo doce años y he tenido más de cuatrocientas criaturas. Tal es el destino natural de un cerdo. Pero ningún animal se libra del cruel cuchillo final. Vosotros, jóvenes cerdos que estáis sentados frente a mí, cada uno de vosotros va a gemir por su vida dentro de un año. A ese horror llegaremos todos: vacas, cerdos, gallinas, ovejas; todos. Ni siquiera los caballos y los perros tienen mejor destino. Tú, Boxer, el mismo día que tus grandes músculos pierdan su fuerza, Jones te venderá al descuartizador, quien te cortará el pescuezo y te cocerá para los perros de caza. En cuanto a los perros, cuando están viejos y sin dientes, Jones les ata un ladrillo al pescuezo y los ahoga en el estanque más cercano.
»¿No resulta entonces de una claridad meridiana, camaradas, que todos los males de nuestras vidas provienen de la tiranía de los seres humanos? Eliminad tan sólo al Hombre y el producto de nuestro trabajo nos pertenecerá. Casi de la noche a la mañana, nos volveríamos ricos y libres. Entonces, ¿qué es lo que debemos hacer? ¡Trabajar noche y día, con cuerpo y alma, para destruir a la raza humana! Ese es mi mensaje, camaradas: ¡Rebelión! Yo no sé cuándo vendrá esa rebelión; quizá dentro de una semana o dentro de cien años; pero sí sé, tan seguro como veo esta paja bajo mis patas, que tarde o temprano se hará justicia. ¡Fijad la vista en eso, camaradas, durante los pocos años que os quedan de vida! Y, sobre todo, transmitid mi mensaje a los que vengan después, para que las futuras generaciones puedan proseguir la lucha hasta alcanzar la victoria.
»Y recordad, camaradas: vuestra voluntad jamás deberá vacilar. Ningún argumento os debe desviar. Nunca hagáis caso cuando os digan que el Hombre y los animales tienen intereses comunes, que la prosperidad de uno es también la de los otros. Son mentiras. El Hombre no sirve los intereses de ningún ser exceptuando los suyos propios. Y entre nosotros los animales, que haya perfecta unidad, perfecta camaradería en la lucha. Todos los hombres son enemigos. Todos los animales son camaradas.